domingo, 16 de mayo de 2010

el fax




El fax......


es un elemento imprescindible en la vida moderna y, en cualquier oficina que se precie. En estos momentos muchos de los hogares ya incluyen entre sus electrodomésticos un fax. Pero hay que constatar que el fax es uno de los equipos que primero se patentó y que más tardó en popularizarse.
A mediados del siglo pasado, en plena época de la reina Victoria, uno de sus súbditos, para ser exactos un escocés, estuvo haciendo pruebas con la recién estrenada tecnología de la electricidad y patentó un sistema que debería competir con el telégrafo con la diferencia de que uno transmitía la voz y el otro podía transmitir el texto.
Este avezado escocés conocido como Alexander Bain y que se dedicaba a conocer los problemas de los demás, es decir, era psicólogo, parece que estaba muy interesado por la electricidad o por realizar las consultas a sus clientes a distancia. En cualquier caso el principio del «trasto» era muy parecido al del actual fax donde las señales eléctricas proporcionaban un «imagen» del texto y otras señales lo reproducían en una material fotosensible.
Con todo ello, este magnífico pensador no dejó de ser eso, un pensador, puesto que nunca llegó a poner manos a la obra para fabricar el aparato del que había solicitado la patente.
Media docena de años más tarde, otro súbdito de su majestad británica, en este caso un mdico, siguió con los principios de Bain para fabricar lo que realmente sería el primer fax de la historia de la humanidad. El equipo se presentó concretamente en la Exposición Mundial de 1851, un evento donde también se incluían sistemas voladores o aparatos para la sordera mediante descargas eléctricas. El invento pasó prácticamente desapercibido debido a la espectacularidad de algunos de sus contrincantes en el certamen y también a causa de la falta de utilidad que en aquel momento pareció tener. Por tanto, tuvo que seguir pasando el tiempo para que el sistema demostrara su efectividad para emitir y recibir documentos a distancia.
Un inglés, un francés y un italiano.
Si la historia del fax empezó en las islas británicas, se desarrolló en el continente. Un italiano, conocido como Giovanni Caselli desarrolló un aparato que bautizó como «pantelógrafo» y ­­­­­­­­­­­m­antenía que podía transmitir tanto imágenes como texto a distancia por la mera conexión de un cable eléctrico, algo así como el telégrafo para los papeles.
Fue el emperador Napoleón III el que se dejó convencer entusiásticamente por el invento de Caselli y se dedicó a proporcionarle todos los elementos necesarios para establecer una línea se inaugurable en el año 1865. Como el invento entusiasmó a mucha gente, se pretendió crear una sociedad para conectar diversas ciudades francesas y conseguir un sistema de comunicación rápido y efectivo, del que además se podía guardar una copia de lo recibido, al contrario de lo que suponía el telégrafo.
El invento tuvo un éxito inesperado al principio, ni el propio Caselli pudo imaginarse nunca lo rápido que subiría su idea. Consiguió enlazar ciudades inglesas como Londres y Manchester, y fue invitado por el rey Victor Manuel de Italia para crear un sistema parecido al francés.
Sin embargo, la historia de la ciencia está llena de inventos magníficos que han pasado a mejor vida por una u otras razones. En este caso, después de un crecimiento espectacular, cuatro años más tarde se vino todo abajo cuando se produjo en Europa una crisis financiera que dio al traste con muchos negocios florecientes y que hizo que el fax tuviera que permanecer en el baúl de los recuerdos durante algunos años más. Todo esto sucedía mediados de la década de los sesenta del siglo pasado.
Hay que señalar, no obstante, que el éxito trasparó las fronteras europeas y el propio Caselli se trasladó a la lejana China para hacer un proyecto de instalación de su servicio en el enorme país asiático.
Por si fuera poco la crisis financiera europea, el «pantelógrafo» tuvo que enfrentarse a un emergente telégrafo y a la invención del morse que, por otro lado, se vio promocionado por gobiernos como el francés que incialmente parecían apoyar a Caselli. El telégrafo Morse ya estaba llegando a su mayoría de edad y contaba con una fuerza emergente que no desapareció hasta que el teléfono lo sustituyó algunos años más tarde.
Con todo ello, Caselli tuvo que conformarse con seguir esperando que los financieros, vieran la viablidad de su proyecto. Sin embargo, esperó tanto que al final su invento pudo con él y murió sin ver lo fundamental en que se ha convertido un «trasto» que permite enviar imágenes y textos a distancia.
Siglo nuevo, desarrollo nuevo
Si Caselli murió, su invento no. Poco a poco fue incrementando sus funciones mediante el desarrollo de nuevas tecnologías como la lectura fotoeléctrica que se basa en enviar impulsos eléctricos desde un papel cualquiera sin ser necesario que sea conductor, transmitiéndose unos detectores que transforman la luz en electricad. Este punto se podría considerar como el naciemiento del verdadero fax moderno.
A principios de siglo ya se utilizaba este invento para conectar los principales periódicos de otras tantas ciudades europeas. Fue en la década de los años veinte cuando se consiguió, por fin, enviar un texto entre el Viejo Continente y el Nuevo Continente.
La tradicional mentalidad comercial de los Estados Unidos intentó desde un primer momento convertir el fax en un electrodoméstico más del hogar, como lo estaba siendo por esas fechas el teléfono. Sin embargo, el fax seguía siendo reacio a convertirse en un elemento de consumo masivo y seguía manteniendo su mercado dentro de las oficinas y los diferentes departamentos de los periódicos, es decir, seguía manteniéndose como una herramienta profesional.
La historia del fax ha tropezado con innumerables competidores a lo largo de su historia. Nació poco después del telégrafo; por si fuera poco, a lo largo de la historia se ha tenido que ir encontrando con el teléfono y, cuando parecía que podía acceder al mercado masivo, apareció otro electrodoméstico que revolucionaría el sector: la televisión.
Además de tener que competir con diferentes inventos a lo largo de la historia, también tuvieron otro problema adicional: la compatibilidad entre ellos. Si bien es cierto que el invento en sí era fantástico, no es menos cierto que para el consumo masivo requería unos protocolos y una puesta de acuerdo de los diferentes fabricantes.
Una vez solventados todos estos problemas, ya sólo quedaba la portabilidad. Sin embargo, ya a mediados de siglo AT&T, (la compañía telefónica americana) había conseguido crear un fax de sobremesa y había conseguido transmitir una fotografía en únicamente siete minutos.
Finalmente, los japoneses
Y, ¿cómo no?, fueron los japoneses, los reyes de la electrónica de los años setenta y ochenta los primeros que intentaron popularizar el fax. La razón, en este caso, más que comercial se podría considerar práctica. Dado que el japonés incluye miles de caracteres en su escritura, era muy complicado reescribir los textos enviados del teletipo. Con el fax tuvieron ocasión de evitarse la reescritura y, como no son tontos, popularizaron el sistema mediante la apertura de las líneas estatales al público en general.
En pocos años el paso del goviernado japonés dio lugar a un emergente y enorme mercado. En estos momentos el fax ya se encuentra en más del 30% de los hogares desarrollados y el porcentaje aumenta año a año a la vez que disminuyen los precios de los equipos.
Si primero fue un fax que se tenía que conectar a la línea telefónica, después incorporó un discriminador que permitía que en una misma línea se tuviera fax y teléfono. Después se incorporó un contestador de forma que por poco más de 50.000 pesetas se consigue tener en cualquier hogar una oficina con teléfono, contestador y fax, todo ello en una misma línea telefónica.
El fax tal y como se conoce hoy en día tiene poco más de veinte años, sin embargo, la verdadera historia del fax es más antigua que la historia misma del teléfono por muy raro que esto pueda parecer. ð
En 1996 el teléfono cumple 120 años, desde que el 14 de febrero de 1876 Alexander Oraham Beil solicitó en Estados Unidos una patente para un teléfono electromagnético. Aquel mismo día otro inventor, Elisha Gray, hizo una presentación similar, pero el aparato de Belí demostró ser el mejor y se convirtió en un éxito. Ambos, sin embargo, habían culminado un largo proceso en la historia humana que, paradójicamente, tendría un desarrollo vertiginoso a partir de entonces. Si consideramos que la función de la telefonía es hacer audible el sonido, ante todo la palabra hablada, a largas distancias, deberemos recordar como uno de los pioneros a Robert Hook, quien ya en 1667 describía cómo un hilo muy tenso podía transmitir sonido por distancias bastante largas. Los intentos fueron muchos, mas sería el progreso del electromagnetismo durante el siglo XIX el que asentaría las bases para el uso práctico de la telefonía. A principios de 1800, investigadores de muchos paises estudiaban los fenómenos eléctricos y magnéticos. El danés Hans Christian Órsted descubrió el 21 dejuliode 1820 que una comente eléctrica podía influir sobre una aguja magnética y, en una carta, dio a conocer su sensacional descubrimiento a los científicos y académicos de todo el mundo: existía una relación entre la corriente eléctrica y la potencia. Había nacido el electromagnetismo, que los inventores intentaron utilizar rápidamente para emitir mensajes por largas distancias construyendo diferentes aparatos telegráficos. A finales de la década de 1830 se había logrado un nivel técnico aceptable para el nuevo sistema de telecomunicación, que se llamó genéricamente Telégrafo Morse en homenaje a quien creó en 1838 el alfabeto telegráfico: el norteamericano Samuel P.B. Morse. Las compañías ferroviarias aprovecharon el invento para mejorar su tráfico y los diarios de la época contribuyeron a construir una red telegráfica internacional. La primera central telefónica del mundo se puso en servicio durante 1878 en New Haven, Estados Unidos; comprendía un cuadro conmutador y 21 abonados. Un eslabón complementado en 1892, cuando Almon B. Strowger construyó el primer cuadro conmutador telefónico automático. Este empresario de pompas fúnebres que vivía en Kansas City quería evitar, a través de su invento, que la telefonista de la ciudad y esposa de su principal competidor se "equivocara" al conectar las llamadas de sus clientes. Más o menos por la misma época, el "progreso" llegó a la Argentina. En la calurosa mañana del martes 4 de enero de 1881, el técnico francés Víctor Anden llamó a la puerta de una gran cásona ubicada sobre la calle Florida, entre Tucumán y Viamonte. Su dueño, el doctor Bernardo de Irigoyen, ministro de Relaciones Exteriores, estaba por salir para la Casa de Gobierno, pero antes de bacerlo vería colocado el primer teléfono del país. El mismo día se instalaron también otros teléfonos en las residencias del presidente de la Nación, general Roca; del presidente de la Municipalidad de Buenos Aires, Marcelo Torcuato de Alvear; del Ministro de Óueria y Marina, general Benjamín Victorica, y en instituciones como la Sociedad Rural, el Club del Progreso y el Jockey Club hasta totalizar el número de veinte. Puede calcularse que hacia fines de 1881 ya pasaban de doscientos los abonados telefónicos de Buerós Aires, y en 1883 ya se hablan instalado en la ciudad varias oficinas telefónicas en distintos barrios.
Historia de la Calculadora
La primera Maquina sumadora la invento el matemático francés Blaise Pascal (1623-1662) en 1642. Era una maquina calculadora que podía sumar y restar. Tenia unas ruedas, cada una de ellas mascada en su borde con las cifras 1 a 10. Cuando la rueda de la derecha, que representaba las unidades, daba una vuelta completa, engranaba con la rueda situada a su izquierda, y que representaba las decenas, y se adelantaba una muesca. Si se introducían los números correctos no había posibilidad de error. Pascal patento la versión definitiva en 1649, pero constituyo un fracaso comercial, era demasiado cara.
El matemático alemán Gotfried Whilelm Leibniz (1646-1716) ideó una máquina calculadora en 1693, que superaba a la de Pascal. Mientras que esta ultima solo podía sumar y restar, la de Leibniz podía multiplicar por repetición automática de la suma, y dividir por repetición automática de la resta.
La primera calculadora electromecánica la invento el estadounidense Herman Hollerith (1860-1929), la misma funcionaba con tarjetas perforadas. Con el tiempo Hollerith fundo una compañía dedicada a construir este tipo de maquinas, esa empresa seria International Business Machines Corporation generalmente conocida como I.B.M.
El mayor invento fue el de la calculadora de bolsillo, lejos la que más gente utiliza. En 1970, Texas Instruments sacó a la venta la primera calculadora fácilmente transportable. Empleando circuitos transistorizados, sólo pesaba poco más de un kilo y costaba 150 dólares. En los años subsiguientes, tanto el peso como el precio descendieron espectacularmente.

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